Los paneles solares representan un enorme potencial en los proyectos de electrificación rural, como reconoció la FAO en los comienzos de este siglo. El precio de los paneles es cada vez menor y gracias a una mayor flexibilidad en el diseño de las instalaciones, su aplicación se vuelve más interesante desde un punto de vista económico, ya sea como inversión o como sistema habilitador para el desarrollo de las zonas rurales. Los dueños reciben un alquiler por el uso de las tierras y así pueden disfrutar de un ingreso adicional a la agricultura y a las otras actividades, lo que hace que las empresas agrícolas sean más estables económicamente en el momento en que los precios de las materias primas son inestables. Entre la energía fotovoltaica y la agricultura se puede generar una sinergia exitosa gracias a la denominada agrovoltaica: al instalar los paneles directamente encima de los cultivos, les proporcionan sombra y los protegen del granizo y de las heladas, tutelando el ecosistema y, al mismo tiempo, permitiendo un óptimo rendimiento de los paneles.